México y López Obrador: dos años de luces, sombras y coronavirus
Pablo Calderón Martínez, Lecturer in Politics and International Relations, Northeastern University
Mario Alberto Hueso Quiñónez, Profesor de comunicación política y opinión pública, Universidad Panamericana
Incluso antes de los estragos causados por la pandemia del COVID-19, México estaba en crisis. El desastroso manejo de la pandemia ha empeorado aún más el panorama para la administración de López Obrador.
Ya sea por razones médicas, estratégicas o ideológicas ligadas a la política de austeridad, la estrategia del gobierno federal se ha conducido en contra del mantra de la OMS de ‘test, test, test’.
Al mismo tiempo, aunque la administración federal pretendió implementar medidas tempranas similares a los países europeos, la estrategia se ha visto mermada por mensajes contradictorios, la falta de coordinación a nivel estatal y un choque evidente con un grupo de gobernadores de oposición.
De acuerdo con datos oficiales, la pandemia ha causado hasta el momento cerca de 50 000 muertes con casi 400 000 casos confirmados. Lo que es peor, el índice de nuevos contagios permanece preocupantemente alto.
Todo esto a pesar de que México tiene uno de los peores índices de pruebas por habitantes en el mundo. En el país se han realizado en promedio tres pruebas al día por cada 100 000 habitantes, con un porcentaje total de positivos de casi 25%.
Esta deficiente estrategia de monitoreo tiene la relativa ‘ventaja’ (desde la perspectiva del gobierno) de ocultar el verdadero impacto humano de la pandemia. Solamente en la Ciudad de México se calcula que el exceso de la mortalidad alcanzó más del 200% entre el 11 y 24 de mayo. Esto indica que el número oficial de muertes subestima por mucho la realidad de la crisis.
Y la economía
Por otro lado, el impacto económico es más difícil de ocultar. El FMI prevé que la economía mexicana caerá más del 10% en 2020.
Asímismo, la pobreza laboral en México (aquellos individuos con un empleo formal pero incapaces de cubrir sus necesidades básicas) aumentó casi un 20% en el primer trimestre de 2020. Se han perdido ya más de un millón de empleos en lo que va del año y se calcula que habrá 10 millones de nuevos pobres como resultado de la pandemia.
A pesar de esto, López Obrador se ha negado a ofrecer mayores estímulos económicos y se prevé que el gasto público aumentará apenas un 1% durante este año.
Índice de popularidad
A pesar de los estragos que ha causado el Covid-19 en el país, los índices de aprobación de López Obrador se mantienen fuertes, e inclusive han mejorado durante las últimas semanas. Sorprendentemente, su índice actual de aprobación del 53% es casi idéntico al del 18 de marzo, el día que se registró la primera muerte por Covid-19 en el país.
¿Cómo podemos explicar esta aparente contradicción en México entre la dura realidad desatada por la pandemia y el índice de aprobación de su líder? Un análisis desagregado de encuestas recientes indica que existen dos razones fundamentales que explican, al menos en parte, la resiliencia que ha mostrado López Obrador: la fuerte retórica anticorrupción y el aparente éxito en la renegociación del acuerdo comercial con Norteamérica.
Efecto Trump
Por un lado, la percepción de una ‘exitosa’ renegociación del tratado comercial con los Estados Unidos ha ayudado a contrarrestar la imagen negativa en materia económica. A dos años de su elección, el gobierno de López Obrador mostraba sus peores números con el 65% de los mexicanos desaprobando su manejo de la economía.
Sin embargo, la relación bilateral con los Estados Unidos, y con Donald Trump en particular, ha servido como un tónico en materia económica. Aunque el nuevo T-MEC significa otra oportunidad perdida para corregir fallas en el proceso de integración de América del Norte, su reciente implementación logra al menos evitar la catástrofe (que no es poca cosa) que hubiera sido la retirada unilateral de Estados Unidos.
El mayor mérito de la administración de López Obrador ha sido, más bien, el haber logrado presentar la implementación del T-MEC y la visita a Donald Trump para celebrarlo como un éxito rotundo. Encuestas realizadas a principios de julio de este año, cuando entró en vigor el T-MEC, señalaban que cerca de dos tercios de la población (64%) creían que México se beneficiaría del nuevo tratado. Un número mucho más alto que los índices históricos del TLCAN. Del 2008 al 2014 el porcentaje de mexicanos que creían que México se beneficiaba del TLCAN cayó del 54% al 35%. Considerando que las diferencias entre el TLCAN y el T-MEC difícilmente se pueden considerar sustanciales o de beneficio desproporcionado para México, no cabe duda que este es un éxito de presentación más que de sustancia.
Lucha contra la corrupción
Continuando en el plano de lo simbólico, López Obrador se presenta con su honestidad como escudo protector. Su larga campaña de más de 12 años logró posicionar la lucha anticorrupción como su principal bandera. El hoy mandatario tuvo siempre en claro que ser la antítesis de la corrupción y señalarla como la principal causa del desastre era una formula ganadora.
Sabedor de que domina la agenda política, López Obrador ha logrado dirigir la atención de su audiencia al aspecto que según él más daño ha hecho a México. El Presidente atañe todos los problemas estructurales del país a la rampante corrupción del pasado e insiste en combatirla como prioridad de su gobierno.
Esta retórica le funciona pero depende de hacer creer a la ciudadanía que las cosas ya cambiaron. Este cambio empieza por su persona y la percepción de las encuestas lo refleja; su mejor atributo según las encuestas es su honestidad, la cual ronda los 60 puntos sin importar realmente la opinión que se tenga sobre su capacidad para gobernar.
Se puede argumentar, por lo tanto, que este discurso anticorrupción blinda la imagen de López Obrador. No importan los resultados en otros rubros, los escándalos por presunta corrupción dentro de su misma administración o inclusive los mismos logros de su lucha anticorrupción.
Indudablemente el caso del exdirector de PEMEX Emilio Lozoya, recientemente extraditado desde España y acusado de corrupción en un enmarañado ligado directamente al expresidente Peña Nieto, le seguirá sumando a su narrativa y discurso anticorrupción.
No sería raro ver al Presidente fortalecido en su popularidad, abriéndose camino para seguir posicionándose positivamente de cara a los comicios federales de junio del 2021, donde se jugarán, entre otras cosas, 15 gubernaturas (casi la mitad del total en el país) y 500 escaños en la cámara baja.
Sin importar la pandemia o la ineptitud con la que se enfrente, la popularidad de López Obrador difícilmente se verá mermada si continúa fortaleciendo los dos pilares que la mantienen: la sorprendentemente fuerte relación bilateral y su imagen como un presidente con muchas limitaciones pero fundamentalmente honesto.